El bueno de Abdu prepara shisha para Fátima en su bar del downtown en la calle Hussein Basha Al Meamari de El Cairo. Son las 16:55h. De fondo, suena la megafonía de la oración del maghrib, llenando su acto de sacralidad. Abdu es un hombre sereno, elegante y muy profesional... Totalmente concentrado en su práctica de poner tés, cafés y preparar shisha para sus clientes. Algunos de ellos son ejecutivos, lo que contrasta con la clara humildad del local, y es que Abdu desprende una paz que es reclamo para sus clientes, ese momento de desconexión de esta desquiciante ciudad.
Frente al bar, un musulmán jorobado con el típico gorro taqiyah y pequeñas gafas de lector, prepara unos cubos rellenos para que no aparquen los coches y habla con todo el que por allí transita. Parece y se mueve como una ardilla pero es un jubilado cuyo quehacer diario es estar pendiente de que esa porción de calle esté lo más arreglada posible. Ante cualquier desequilibrio pone el grito en el cielo para sí mismo, o quizás para Allah. Sólo aparece por las mañanas, al igual que Abdu, relevado éste por el nubio Mohamed al atardecer y hasta las tres de la madrugada, hora de cierre del local.
Fátima aspira la shisha con gran energía, goza escuchar el sonido burbujeante del agua y verse rodeada del humo mezclado con el vapor. Es a lo que tiene más apego, ritual que repite hasta en cuatro ocasiones diarias. Sostiene a otro de sus grandes apegos, su perro Gugu, un ejemplar de perro del Faraón, que a sus tres meses, se debate entre una vida de peligros y sufrimiento en El Cairo por otra de comodidades y carantoñas en la lejana provincia de Huesca. No puede evitar soltar unas lágrimas ante esta probable pérdida, pero es lo mejor que puede hacer por él, en su casa, el resto de sus perros no aceptan a la criatura faraónica. Abdu, intuye todo lo que está pasando mientras prepara otro té con menta para Fátima. Esta vez, no admite cobros.
Edpukazn, a 1 de diciembre de 2024.
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