lunes, 17 de noviembre de 2025

Mesón Machotas

 

A Marcelo ir al Machotas le hacía estar incomprensiblemente cómodo. Esa televisión sobre la entrada con el parloteo típico de programa de telebasura de las tardes, ver al par de jubilados de siempre con sus caras hinchadas y rojizas tomando su dosis etílica diaria y escuchar las únicas palabras que se oían de boca en el bar: Hola Antonio, hasta luego Antonio, le conectaba con una sensación de humanidad compartida, por no decir drama compartido, el de la vejez, la enfermedad y la muerte. 

Antonio muy rara vez hablaba, cabizbajo y con su bigote tupido de los ochenta, trasteaba en el móvil hasta que entraba algún cliente y al verle, abría el arcón frigorífico, palpaba en el interior buscando la cerveza más fría, le retiraba el hielo incrustado y prendía una de esas mini tapas en las que apenas se percibía rastro visual de jamón, foie o tortilla procesada. Pese a lo raquítico del lugar, para Marcelino era su bendita rutina, su cruda realidad. 

Edpukzan, 17 de noviembre de 2025.

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