Le llamaban "el Sangre" en su barrio natal, pero ni la propia familia sabía el porqué del apelativo. Normalmente no tenía mal carácter, fue un trabajador no cualificado pero cumplidor, sin ambiciones. En la guerra civil tampoco destacó por acto heroico ni por lo contrario. Una vez más, cumplió. A sus setenta y ocho, fue diagnosticado de demencia moderada, dándole por acumular cajas y cajas de huevos de las de 24 uds. en una habitación y en otra, revistas y periódicos en tal número, que en ocasiones no se podía abrir la puerta. Sobre el televisor, colocó un paño de fino encaje y sobre éste una pastilla de jabón de manos, dejando claro qué era lo más importante en su casa.
Sus hijas, tratando de evitar el dolor que suponía el ingreso psiquiátrico, le limpiaban la casa una vez por semana, aprovechando su ausencia y vaciando algo de esas habitaciones.
Aquella mañana, volvió antes de lo esperado y encontró a sus hijas en plena tarea de vaciado de enseres. De repente, sus ojos mostraron un gesto de enajenación como nunca antes le habían visto, fue corriendo a la cocina y trajo consigo el cuchillo de hoja más grande y afilado que encontró. Lo lanzó con toda su furia, clavándole en una caja de huevos, con tal energía que entre los huevos, entero desapareció. Las hermanas se miraron al unísono y en descomposición: el Sangre había despertado.
Edpukazn, 19 de agosto de 2024.
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