Adoraba el estado en el que le dejaban los chupitos de licor de hierbas y raro era no verle en la puerta del Juli los domingos a media mañana, llamando la atención desde la distancia por su conducta volatinera. Vestía camisetas de equipos de fútbol, tan alejados y dispares como el Málaga, el Valencia o la Real Sociedad, que junto a su cabeza rapada y esos giros de torso tan bruscos, le daban el aspecto de un temible skinhead. Algunos desconocidos se cambiaban de acera al verle. A sus amigos más cercanos les daba cabezazos suaves con la frente como símbolo de amistad que a veces, no controlaba y chillaban de dolor:
—¡Vete a la mierda, Hawen!
Yo era nuevo en este barrio de Usera y por el motivo que fuera, le caí en gracia y cuando me veía, rápido se acercaba o me llamaba y me ofrecía generosamente una consumición por una pequeña charla. Entregado en cada frase, cada argumento, se llevaba el puño al pecho en señal de lealtad y levantaba un brazo señalando al cielo para indicar hasta que punto me tenía afecto, que sinceramente, me abrumaba y hasta me espeluznaba. Al momento, fruncía el ceño y me recordaba que estaban hablando mal de él y quizás tendría que ajustar algunas cuentas por el barrio.
Un personaje realmente ambivalente, en lo que tardaba en caer la colilla que arrojaba, alternaba de un odio sin mucha consistencia a sentimientos de franca calidez, pureza y pasión. Con los años, se fue aclarando su verdadera identidad, Hawen era así, daría la vida por cualquiera de sus amigos y jamás oí que formara parte de algún episodio violento.
Edpukazn, 17 septiembre 2024
jujujuuuujuuuu juuuuuuuliiiiiiiii
ResponderEliminarHaweeeeen
ResponderEliminar