Que Marisa rindiera culto a un dios del inframundo, podía sonar demencial aunque, ¿no lo era Osiris para los egipcios, uno de sus dioses principales?. Le asombraba esa civilización y su visión del mundo de los muertos. La iglesia había dejado de motivarle, no le gustaba su simbología que consideraba anticuada, ni los intereses de poder que la manejaban y acabó sintiendo indiferencia. El pozo era un lugar que le inspiraba y a tan sólo unos pocos kilómetros de casa. Buscó respuestas en la Naturaleza y allí encontró a Airón, bajo las aguas, oculto, dispuesto a escuchar sus problemas sin necesidad de contarlos. Daba tres vueltas alrededor según las manillas del reloj y se sentaba en paz sobre un banco, mirando ensimismada las oscuras aguas, como intentando desentrañar sus misterios y con una extraña esperanza en que algún día emergiera en forma de serpiente, como así contaban los poemas medievales.
Edpukazn, a 12 de enero de 2025
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