Fermín de Pas sacó del garaje, como de una flor de loto, su vespa 200DN de 1981, de color butano, con el motor recién ajustado, le parecía espectacular el sonido, ¡viva Italia y viva Pontedera!. Cada vez que engranaba una marcha, su gozo era parecido al ver una canasta de su equipo favorito, el Estudiantes. Enfiló las curvas hacia el Alto del León por la N-VI y en la penúltima se encontró con un coche de frente, de color rojo y cara de pocos amigos. No pudo concretar marca ni modelo, tan sólo el color y el sonido del impacto frente a su vespa, que le sonó a plástico barato. Un hueco y seco final.
No tuvo tal suerte... ¡Qué va, si la vida no está mal!, despertó en el interior de una ambulancia, con luces que le cegaban y fue como encender de nuevo el televisor:
—¿Quiénes son estas personas? y ¿qué hago yo aquí? —pensó.
—¿Qué día es hoy?
—Veintitrés de agosto, ayer cumplió mi sobrina años.
—Muy bien ¿y hacia dónde ibas?
—No sé, ¿al trabajo en el restaurante?... (¡joder!, he tenido un accidente con la moto, no recuerdo nada)
Las caras de diligencia de los sanitarios, le daba poca tranquilidad a Fermín y tragó saliva:
—Sube las piernas
—¡No puedo! (¡Dios!, y si me quedo en silla de ruedas)
—¿Es grave doctora?
—Ya veremos, tuviste un accidente contra un coche...
—¿Y el vehículo contrario?
—Volcó
—¿Y sabe si están bien?
—No lo sabemos
Ya en el box del hospital, tomó consciencia de que la cosa no era tan grave, ni para él ni para el contrario y pudo dormir. Así volvió al mundo de la televisión, de otra guisa, quizás más despreocupado de la vida ordinaria... Y seguramente, más preparado para el apagón final.
Edpukazn, a 3 de abril de 2025.
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