Desde su primer contacto, Lamas se sintió atraído por el mar, si bien, no convivió de continuo demasiado, apenas una década intermitente por cambios de destino laboral. Ya en su senectud, amante viajero, adonde quiera que iba que lo hubiera, se acercaba a echar un rato con su viejo amigo, y si era en soledad, mejor.
Todo lo que se movía alrededor de él, le causaba inspiración: las barcas y las gentes del mar, el canto de las aves, caminar descalzo por las arenas, cuánto más compactas mejor, escudriñar entre los sedimentos que aparecían en las orillas, llegados de dios sabe dónde... Escuchar el sonido del mar en sus innumerables tonalidades, el misterio que se urdía en el horizonte con un sinfín de rumbos e historias pasadas... Pero si había algo que le hipnotizaba como una hoguera en invierno y con lo cual se veía en unidad, era el simple caer del labio de una ola en la orilla, cualquiera que fuera su tamaño o forma. Unos instantes, que percibía como fotogramas separados, haciéndole sentir la atemporalidad, el infinito, lo no nacido... Quizás, la manifestación más pretérita que aún se puede observar en la faz de la Tierra, pensaba...
Edpukazn, a 15 de agosto de 2024
Que bonito escribes. Me ha trasladado a ese lugar. Maravilloso texto.
ResponderEliminarMuchas gracias, gran fuente de inspiración el mar, seguro que para ti también...
EliminarYo soy más de bosque, montaña, selva…es la forma de escribir y transmitir la que me ha cautivado.
EliminarTambién me gusta, seguro que subiré algo relacionado más pronto que tarde... Gracias por tus mensajes.
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