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martes, 21 de enero de 2025

Odiseo en el Hades

 Así le dijo Circe a Odiseo, que para llegar a casa tendría que ir al país de los muertos. En los confines del océano estaba el país de los cimerios, entre nieblas y nubes que jamás ven el sol. A tal paraje llegó el bajel, que sacaron a la playa y, asiendo las ovejas, anduvieron a lo largo de la corriente del océano hasta llegar al sitio que les indicó Circe. Desenvainando la aguda espada, abrió un hoyo de codo por lado, hizo allí alrededor del mismo una libación a todos lo muertos. Después de haber rogado con votos y súplicas al pueblo de los difuntos, tomó las reses y las degolló encima del hoyo, corrió la negra sangre y al instante se congregaron, saliendo del Érebo, las almas de los fallecidos.

La primera alma que vino fue la de Elpénor, el cual no había recibido sepultura en la tierra inmensa, dejaron su cuerpo en la mansión de Circe, sin enterrarlo ni llorarlo porque les apremiaban otros trabajos:

Oh Elpénor, ¿cómo viniste a estas tierras caliginosas?. Tú has llegado a pie, antes que yo en la negra nave...

 Vino luego el alma de su difunta madre Anticlea, hija del magnánimo Autólico, a la cual dejara viva tras partir de la sagrada Ilión. Lloró al verla, compadeciéndola en su corazón; más con todo eso, a pesar de sentirse muy afligido, no permitió que se acercara a la sangre antes de interrogar al adivino Tiresias... Tras ello, volvió su madre y bebió la negra sangre, reconociéndole en el acto, y díjole entre sollozos, estas palabras aladas:

 



¡Hijo mío! ¿Cómo has bajado en vida a esta oscuridad tenebrosa? Difícil es que los vivientes puedan contemplar estos lugares, separados como están por grandes ríos, por impetuosas corrientes y, antes que todo, por el Océano, que no se puede atravesar a pie sino en una nave bien construida. ¿Vienes acaso de Troya, después de vagar mucho tiempo con la nave y los amigos? ¿Aún no llegaste á Ítaca, ni viste a tu mujer en el palacio?

¡Madre mía! La necesidad me trajo a la morada de Plutón, a consultar el alma de Tiresias el tebano; pero aún no me acerqué a la Acaya, ni entré en mi tierra, pues voy errante y padeciendo desgracias desde el punto que seguí al divino Agamenón hasta Ilión, la de hermosos corceles, para combatir con los troyanos. Mas, ea, habla y responde sinceramente: ¿Qué hado de la aterradora muerte te hizo sucumbir? ¿Fue una larga enfermedad, o Diana, que se complace en tirar flechas, te mató con sus suaves tiros? Háblame de mi padre y del hijo que dejé, y cuéntame si mi dignidad real la conservan ellos o la tiene algún otro varón, porque se figuran que ya no he de volver. Revélame también la voluntad y el pensamiento de mi legítima esposa: si vive con mi hijo y todo lo guarda y mantiene en pie, o ya se casó con el mejor de los aqueos.

Extraído del Canto XI de la Odisea. Homero.

Edpukazn, a 21 de enero de 2025.

sábado, 18 de enero de 2025

Encantamiento de Circe

Gran maga Circe, hija de Helios y Perseis, de la luz que centellea en el agua, la de preciosos cabellos, la de la isla de Eea... Por tu voz singular bebí de la poción, perdí la voluntad y a ti me entregué, ebrio de deseo. Con tu hechizo me transformaste en lobo y así permanecimos juntos, bajo tu pétreo palacio ceñido por denso bosque, como un necio amartelado, viéndote tejer hermosos paños y rodeada de una jauría de leones y lobos. Estamos aprisionados.

 ¡Ay de la tripulación de Odiseo!, tú los convertiste en puercos, me enloquecen sus gruñidos desorientados, ¡devuélvenos a nuestro ser!, 

 ¡Oh Hermes, entréganos esa maldita raíz y sácanos de aquí!



Edpukazn, a 18 de enero de 2025.

domingo, 12 de enero de 2025

Deo Aironis

  Que Marisa rindiera culto a un dios del inframundo, podía sonar demencial aunque, ¿no lo era Osiris para los egipcios, uno de sus dioses principales?. Le asombraba esa civilización y su visión del mundo de los muertos. La iglesia había dejado de motivarle, no le gustaba su simbología que consideraba anticuada, ni los intereses de poder que la manejaban y acabó sintiendo indiferencia. El pozo era un lugar que le inspiraba y a tan sólo unos pocos kilómetros de casa. Buscó respuestas en la Naturaleza y allí encontró a Airón, bajo las aguas, oculto, dispuesto a escuchar sus problemas sin necesidad de contarlos. Daba tres vueltas alrededor según las manillas del reloj y se sentaba en paz sobre un banco, mirando ensimismada las oscuras aguas, como intentando desentrañar sus misterios y con una extraña esperanza en que algún día emergiera en forma de serpiente, como así contaban los poemas medievales.

 


 Edpukazn, a 12 de enero de 2025

lunes, 6 de enero de 2025

Manuel, el limpiador

 Con apenas 160 cms y 53 kgs de peso, se le hizo complicado soportar el trabajo en la cantera de Zarzalejo y gracias a un conocido y a la compasión del equipo directivo del Monasterio de El Escorial, acabó colocado de limpiador en el complejo palaciego, en la especialidad de ventanas, un total de 2.673 que se repartían entre la cuadrilla de doce trabajadores de la empresa. Él siempre prefería limpiar las ventanas a otras labores, pues le daba satisfacción contemplar el brillo con el que las dejaba, lo hacía sólo y administraba el tiempo a su gusto. Al volver caminando a casa, se giraba al llegar al semáforo de la calle Juan de Toledo, para ver cómo reflejaban, si es que la incidencia de la luz lo permitía. Además, formar parte del mantenimiento de una octava maravilla del mundo en su pueblo, le henchía de patriotismo.


Cada mañana, cuando se cruzaba con los trabajadores, les decía las mismas frases, a la misma hora y a las mismas personas, como en la película de el Día de la marmota, lo cual le daba cierto sosiego y un agradable sentimiento de pertenencia al grupo, si bien, bajo esta mascarada de sonrisas y cumplidos, su interior clamaba en desesperación por su situación familiar. Su mujer, sumida en una depresión desde hacía ya años y medicada hasta las cejas, hacía de la vida en el hogar una tristeza crónica que le acabó contagiando. No vio la luz al final del túnel. Sus quehaceres diarios en el monasterio le servían para distraerse, aunque la angustia le había penetrado en lo más profundo.

 

Gracias a su pequeña estatura y agilidad, se encaramaba a las ventanas en el filo y sacaba justo medio cuerpo para limpiar el exterior, con una perfecta ejecución en cada barrido del limpiacristales. Pese a llevar trabajando en el monasterio treinta y nueve años, nunca perdió su profesionalidad, al contrario. Sus compañeros le advertían una y otra vez, de que cambiara esa forma de trabajar, pues no era de recibo dado el prestigio del edificio y de que tuviera cuidado, pues ya estaba a punto de jubilarse y no tenía las facultades de cuando empezó, aunque realmente eran casi las mismas. Aquella mañana, estaba terminando los últimos ventanales de la torre de la Botica, miró hacia abajo, cosa que casi nunca hacía, y en un hueco entre pensamientos se tiró. La pareja de cisnes del estanque no lo podía creer.

 

 

Acuarela de Jose Luís Pérez Muñoz, https://dibujando.net/cefo40

Edpukazn, a 6 de enero de 2025